sábado, 13 de febrero de 2010

Aguacero.





















No hay besos amatorios
para bocas de asnos.

Las caricias no siembran tierras calcinadas,
son luces de rebeldía y tiempo.

Mis párpados
se duermen en el regazo del río,
y mis labios con sus alas de halcón
han dejado de huir.

Es la madrugada,
ya no quedan sueños que contar,
ni versos que escribir desde dentro.

Quiero desnudar el alma,
escudriñar las hondonadas del crepúsculo,
para evitar que el llanto roce mi invierno.

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